HEROIS QUE MATEN DRACS, MASCULÍ I FEMENÍ
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El mito del héroe solar que lucha contra el dragón y gana conciencia matando las fuerzas del inconsciente simbolizadas por el dragón, está exhausto. Nos hemos excedido con la matanza del dragón y ahora lo estamos pagando. Al matar el dragón, que simboliza las fuerzas femeninas energizadas (relegadas al inconsciente colectivo), estamos ahora en peligro de matar la naturaleza, de la cual dependemos para la vida. Más aún, tras siglos esforzándonos en matar el dragón, hemos acabado adorando la mater, la materia, el materialismo.
Simbólicamente, matar es un sacrificio que conduce a la transformación,y mueve la energía del inconsciente a la consciencia. Esto se ha perdido. En el mito, la muerte es seguida por la resurrección, pero en nuestra cultura solo hay muerte.
El patriarcado se originó en uno de los más antiguos mitos de la humanidad: el viaje del héroe. En este mito, el héroe es el descendiente del dios sol, símbolo de autoridad absoluta, del que depende toda vida. El dios sol reafirma continuamente su autoridad absoluta a través de la conquista de las fuerzas de la oscuridad que desafían su reino. El héroe se arma a sí mismo en el nombre de su padre dios sol, y sale a realizar el acto patriarcal que lo identifica con el creador. La acción suprema masculina, es entonces repetir el acto eterno de creación. En contra del levantamiento del héroe se alinean las fuerzas de la oscuridad que no pueden guardar luz en sí mismas, dependen del sol para tenerlas.
Lo femenino se relaciona con la imagen del ciclo lunar. Cercana a esta imagen está la figura del dragón o la serpiente. Cuando la matanza del dragón no se entiende como un proceso simbólico de transformación, entonces lo femenino es separado de su propia fuente de vida y del poder en la materia (mater). Entonces las mujeres se convierten en lo que Freud declaró: hombres castrados.
La matanza del dragón, heroicamente idealizada, incluye el rescate de la doncella que ha sido cautiva del dragón. Profundamente incrustado en este mito solar está la convicción que lo femenino tiene que ser rescatado de su propia oscuridad. El héroe solar, que se levanta en nombre del espíritu y la luz, el poder penetrante de la razón, no puede integrar esta oscuridad, que llegó a nosotros gracias a los misterios femeninos (misterios de Eulesis, etc). Es ahí, en la oscuridad, donde se da el proceso de la creación, representando la oscuridad del útero, que es inaccesible a la luz del sol, aunque no lo es a la de la luna.
Entonces aparece el miedo masculino al proceso femenino. Es crucial transformar este miedo. Hay que sustituir la matanza del dragón por el desarrollo de una conciencia femenina que la muerte del dragón demasiado a menudo impide. Es la integración discriminada del inconsciente femenino, más que su rechazo, lo que conduce a la transformación. El dragón tiene que convertirse en un redentor vivo.
La mutación en la consciencia que con ello se sugiere reconstruirá los fundamentos entre los cuales ha permanecido el ego masculino a lo largo de los siglos. Ante esta propuesta, la respuesta masculina más común suele ser el miedo ancestral a que las fuerzas de la oscuridad puedan ganar a las fuerzas de la luz, dejando al hombre sin su poder fálico. El miedo patriarcal a lo femenino puede superarse construyendo un receptor femenino, un alma receptiva que no necesite temer ni espíritu ni materia.
Ambos sexos, en el nivel psíquico, son responsables de su propio crecimiento y de la nutrición de su propia alma.
Si los hombres temen a lo femenino, también lo hacen las mujeres. Aunque la base del miedo es diferente en una mujer. Ella es biológicamente creativa. El salto de lo físico a lo psíquico es un salto de la consciencia hacia el cual su biología no solo se resiste sino que además a menudo niega, porque el cuerpo es confrontado a una realidad psíquica que parece usurpar la aparente omnipotencia de su poder.
El miedo masculino a lo femenino está profundamente enraizado en el oscuro misterio del cuerpo femenino, un misterio que las mujeres han adorado secretamente durante siglos en ritos que tradicionalmente se realizaban en cuevas, bajo tierra, y que se identificaban con la Diosa Madre, que más tarde, en la cristiandad, se convirtió en la Madre de Dios.
Las mujeres no han sido inmunes a las tentaciones del poder del cuerpo. Los elaborados ritos dedicados a incrementar este poder –la industria cosmética es una de la más competitivas en el mundo- todavía son la adoración de la fascinante sombra del inconsciente femenino.
Jung llamó el proceso de construcción de alma un opus contra naturam. Un@ tiene que trabajar en contra de la tendencia de su propia naturaleza para poder liberar la esencia del alma. La inclinación del espíritu masculino en este opus es trascender el cuerpo, ir en contra del inconsciente de la naturaleza ignorándolo, para alcanzar la perfección de un alma desencarnada. Por otro lado, lo femenino, vinculado a la naturaleza por su biología, tiende a caer cada vez más en la materia concreta y falla en destilar la esencia del alma. El alma, la esencia que entiendo como feminidad consciente, está en peligro tanto ante el espíritu desencarnado como ante la materia concreta, pero su destilación es imperativa para establecer las bases de una nueva relación entre los sexos.
Crucial para entender la matanza del dragón es la oposición entre materia y espíritu, en la medida en que la materia no solo se resiste a la luz del espíritu sino que busca destruirla en nombre de la eterna oscuridad. Las fuerzas de la luz y las fuerzas de la oscuridad son eternas enemigas que representan una poderosa batalla primitiva en la cual el asesinato permanece. El camino actual hacia la conciencia femenina supone rechazar el asesinato del dragón, su identidad completamente energizada y permitir, a su vez, los sacrificios que nos pide la consciencia para evolucionar, permitiendo que el alma, receptiva y consciente, medie entre espíritu y materia.
Con fragmentos de escritos de Marion Woodman.