Més enllà de la dansa – mística i dansa
A continuació comparteixo un text que pertany al llibre El camino del loco, de Mark Hedsel, que ens parla de mística i dansa, d’una experiència que va més enllà de la dansa. El dedico als/les amics/es ballarins/es, de tot cor.
“De pie, al lado del Maestro, volvimos el rostro hacia los bailarines. Llevábamos semanas practicando la Thatrug, danza fácil para el muchacho nepalí, pero nunca la habíamos contemplado mientras lo practicaban los demás. Incluso en un grupo, donde se supone que debe producirse la fusión del Ego para hacernos uno con los compañeros, la actividad espiritual que produce tal ejercicio determina una profunda inmersión del Ego en el cuerpo físico. Ahora en cambio contemplábamos la danza con asombro.
Todo cambió, incluso mientras estábamos mirando. Todo pareció intensificarse y espiritualizarse hasta tal punto que los cuerpos físicos apenas parecían reales, y sin embargo eran los dueños de la danza. ¿Quizás esta visión indicaba por qué la danzarina Kali tiene a veces cinco cabezas, cada una de ellas con la marca del tercer ojo, y una multitud de brazos? Kali era un ser espiritual a quien nunca veríamos en la Tierra, pero de algún modo su energía se hallaba presente en los bailarines, tan inmanente en su padecimiento que podíamos imaginar cómo los muchos rostros distorsionados por el esfuerzo y los brazos de los discípulos confluían en una sola figura, la de esa terrible divinidad.
Desapareció también el olor a sudor humano que normalmente empapa la estancia. Ahora que nos veíamos libres del imperativo de obedecer a las notas efectuando un movimiento correspondiente, se nos reveló la exquisita belleza de la música. Parecía hecha de colores suaves que flotaban sobre las filas del alumnado, el cual estaba formado por sujetos nada ordinarios. Y sin embargo, cuando empecé a trabajar con ellos y conocí sus flaquezas sí me había sorprendido lo ordinarios que parecían. […]
Mientras contemplábamos la danza observamos con asombro que la encantadora muchacha judía apenas se distinguía de los demás. Una luz interior transformaba los semblantes de todos los bailarines. Era el resplandor de la phos, la luz mencionada en los antiguos textos herméticos, y todos resultaban embellecidos. En todos aquellos rostros resplandecía el Espíritu. Y nos quedamos atónitos al comprobar cómo el esfuerzo espiritual conseguía sublimar los cuerpos físicos y cambiar su apariencia hasta lo irreconocible.
Al contemplar aquella danza comprendimos por qué los alquimistas decían que la envoltura humana divinizada era un atanor. Esta palabra árabe se traduce habitualmente por “horno”, pero con pérdida de matices. Lo que tenía de especial el atanor era su sistema de alimentación continua, que mantenía constante el calor. Esto mismo era lo que veíamos en esas personas, a quienes transmutaba un ardor espiritual engendrado por ellas mismas. Tomando prestada una expresión de la teosofía, aunque fuera de contexto aquí, podríamos decir que eran “nacidos del sudor”. Todos conocemos la frase “radiante de belleza”, pero hasta ver la transformación de los nacidos del sudor no se conoce su auténtico significado.”